Proyectos por pares

Curioso, pero resumiendo mis proyectos del año que inicia con los dos cómplices maravillosos de generación queroseno (apodo maravilloso que nos endilgué en nuestro primer desayuno), me di cuenta de que hay 3 líneas de acción que me eran evidentes desde el año pasado, pero que al final todas se presentaron en acción por pares, como animalitos en el Arca de Noé:

1. Proyectos financieramente redituables (o sea, trabajo)

Me pasó que ya había estrechado, apretado y consolidado mi relación con la primera fuente de proyectos que cumplen los «criterios Notable«: las adoradas trendhunters que me dan piso, estabilidad y adrenalina, todo a la vez. En los últimos meses del año pasado, sin embargo, apareció otra agencia que me llamó, ante todo, por mi expertise específico: cuando mis relaciones laborales empiezan por pedirme que haga semiótica, ya sabemos que no soy gente normal 🙂 . Y así llegó mi segundo proyecto: una agencia en la que ya había estado hace cien años, pero en la que ya nada es lo que era cuando estuve. En resumen, una agencia nueva, que me llama para hacer —por supuesto— cosas nuevas, trabajo en equipo y capacitación. Apenas llevamos unos meses, pero creo que ya di con los dos espacios que quiero conservar y hacer crecer; espero que el resto del año siga pensando lo mismo.

2. Proyectos intelectualmente redituables (o sea, docencia)

Esta es fácil: llevo años siendo profesora de mi materia favorita (semiótica, por supuesto) en Muy Muy Lejano. Cosas vienen y cosas van, los requisitos cambian. Me encantan mis grupos de maestría, aprendo mucho con ellos… Pero también me quedaba la espinita de saber que ser profesor de una sola materia en una sola escuela me pone en un punto vulnerable. Y más por aquello de que el doctorado seguirá en suspenso hasta que encuentre un nuevo sitio dónde cursarlo. Llevaba al menos un par de meses dándole vueltas a dónde repartir mi currículum vitae, cuando me llamaron de urgencia. De una universidad que ya tenía vista a mediano plazo. Para dar una materia que me encanta, en un entorno poco común. Por supuesto, dije sí. Ya tengo dos universidades en las cuales dar clase, lo cual promete mantenerme ágil y hacerme leer en cantidades totalmente ridículas.

3. Proyectos emocionalmente redituables (o sea, teatro)

A mediados del año pasado asumí que sí, que tantos talleres en torno a improvisación, clown y teatro no sólo eran para pasar el rato, y que sí quería estar frente a público. Con cierta urgencia. Y luego me entró la amargura de que el teatro no se hace en solitario, ni siquiera cuando planteas un espectáculo unipersonal: siempre necesitas otros que te acompañen, dirijan, critiquen, impulsen. Y la vida me puso dos vías a tomar (y escogí las dos):

Teatro de improvisación: apareció la convocatoria de ¿Jugamos?, lanzada por compañeros que conocía del Match de impro de 2013. Como buen improvisador, dije «¡Sí!». Ahora son los amigos con los que ya hice dos presentaciones, cené en diciembre, jugué gotcha y con los que nos presentaremos de nuevo a finales de enero. Así, casual. Y también «casual» fue que le preguntara a mi profesor de principios de 2014 que si me podía subir al barco de jugar con sus alumnos de finales del 2014. Y con su «¡Sí!», me encontré en otro proyecto mágico y maravilloso, el Lapsus Colectivo que también está transformándose en una fuerza imparable en nuestras vidas, y un grupo con el cual reír, partir rosca y trabajar soñando (y soñar trabajando).

Teatro de texto: en uno de mis cursos de improvisación (probablemente el que más me desatoró a nivel personal y actoral) conocí una compañía nueva, todos estudiantes de teatro, universitarios. Y dentro de ese grupo, una chica que de pronto decidió confiar en mi trabajo para invitarme a su montaje para la universidad. Acepté, y ha sido un espacio de aprendizaje, juego y encontrarme reforzando cosas que hace 15 años al menos que no pensaba. Y otro amigo, llegado a mi vida por el lado trendhunter, ya también me preguntó si me interesa estar en algo escrito y dirigido por él. Si la vida y los horarios nos dan, ¡por supuesto!

Tres espacios que se ramifican en pares. Mágicamente, de alguna manera. Y la liga de boliche aspirante, las salidas con amigos, los planes de pareja… Tengo la impresión de que 2015 será un año de mucho trabajo, pero también muy fructífero. En mis manos está lograr que lo sea.

Overworked

Hoy estoy hecha de entregas parciales, pequeñas alegrías, fracasos corregibles, triunfos invisibles, carcajadas obscenas, amigos a distancia, ayuda inesperada, estrategias que fallan y otras que funcionan, viajes por la ciudad, facturas viejas, tickets de a kilo, seis proyectos pendientes sobre mi cabeza, y una extraña calma dada por lo inevitable.

Aprendo, de a poco, a no cargarme tanto de cosas. A controlar el pánico. Experimento con este nuevo modo-ritmo-estilo de vida. Como los equilibristas, cada paso es vital, pero debe ser dado con ligereza para mantener el balance correcto…

Reencuentros

Sabía que no podía lograrlo eternamente. Terminamos de modo amistoso, es cierto, pero eso no quita que pasara un año evitando encontrarme con mi ex. De pronto la semana pasada, un correo electrónico que se volvió un “¿Puedes el lunes?”. Sí, siempre.

Una cosa es encontrarnos con los amigos comunes y los excompañeros de aventuras, caminar por su barrio (que es un poco el mío), hablar sobre de él (bien o mal) con cierta ligereza, dependiendo del humor y de la circunstancia. Otra cosa, absolutamente distinta, es estar frente a frente, en su territorio.

No puedo negar que me estremece. Hay tantas cosas de él que me gustan; tantas cosas que los amigos que lo ven más frecuentemente dicen que han cambiado, y sin embargo está toda nuestra historia previa, todo eso que sé que no hay manera de cambiar…

Es llegar y recibir sonrisas, miradas de sorpresa mezcladas con cierta ilusión. Sentirme en casa, y sin embargo tener todo el miedo del mundo, de volver a desear, a confiar, a esperar. Aquí y ahora, me recuerdo. Aquí y ahora. Y sin embargo, se siente bien encontrar esos viejos momentos, revivir las cosas que más nos gustaban al uno del otro.

Ese momento en el que noto algunos de los cambios. De los que fueron para bien, pero que traen dificultades aparejadas, mayor consciencia de ciertas cosas. El momento en el que aparecen los dejos de “te extraño”. Cuando se hacen #fuertesdeclaraciones. Cuando después de un abrazo, no puedes soltar a la gente. Cuando descubres que un año cambia muchas cosas, aunque probablemente no todo.

Disfruto estar ahí. Cuando me dicen que si quisiera, que si podemos platicar, que cenemos en cuanto tenga tiempo… Tiembla todo. Y digo sí, cenemos, sí. Y pienso en las condiciones que se requieren para que un muy hipotético «tal vez, otra vez» pudiera darse. Sólo es fantasía. Y sin embargo se me mueven cosas.

Por eso nunca he regresado a las oficinas de mis trabajos anteriores… Pero tampoco he durado tanto en otros trabajos.

(¿Qué dijeron? Nah, mis relaciones intensas ya sólo son con mis trabajos, ja)