Empezar a construir

Tengo muchos escritos previos en los que hablo sobre «soltar». Hasta el momento, llevo tres o cuatro grandes quiebres en la vida: esos momentos en los que me checo y descubro que lo que estoy haciendo no va en el camino indicado, y toca ponerse un alto, decir adiós con gracia y buscar por dónde sí vamos.

Creo que ya llegué al punto en el que eso no es lo interesante. Lo interesante, cada vez más, es saber hacia dónde me voy moviendo cada vez. Cada una de las veces que he soltado, es para acercarme un poco más al sitio en donde me imagino que debo de quiero estar:

  • Quiero estar en un trabajo que me guste y disfrute, donde me traten bien.
  • Quiero ser capaz de integrar mis diferentes habilidades en un proyecto de vida.
  • Quiero tener tiempo para dedicarle a otras cosas que amo, no sólo a trabajar.
  • Quiero hacer dinero de un modo honesto, con gente que respete y me respete.
  • Quiero tener la libertad de elegir mis proyectos y mis clientes.
  • Quiero poder generar una diferencia con mi trabajo en el entorno de la gente con la que trabajo.
  • Quiero necesitar poco en términos materiales, para ser más rica en general.

Esos son mis cimientos hasta el momento. Ya empecé a generar un proyecto, que todavía es pequeñito, pero confío en que crecerá al ritmo que tenga que crecer, con la forma con la que mejor funcione. A darle tiempo, espacio, y ponerle orden y energía. Ese es el espíritu.

Vivir en modo «clown»

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Hace un par de años, gracias a una muy querida amiga, descubrí la improvisación. Empecé como espectador, pero al ver que me reía como hacía mucho no lo hacía (con una libertad y una energía especiales) decidí intentar con llevarlo a la práctica.

Lo que yo creía que sería un espacio escénico, resultó un espacio de libertad. No sólo porque eran tres horas por semana dedicadas a jugar como niña, sino porque tiró muchas paredes en mi cabeza. Puedo decir, sin ningún temor y sin exagerar, que soy una persona muy diferente a la que era antes de empezar a hacerlo.

Cuando estaba por terminar con los cursos básicos (tres) de impro, ya había decidido cuál era el siguiente reto: hacer clown. Resulta que mucha gente que quiero y admiro andaba en esos asuntos desde hace tiempo, además de que una de las obras de teatro que más me ha marcado en la vida fue «Ícaro», del grandísimo Daniele Finzi. Así la cosa.

Empecé a buscar sin buscar: el modo nuevo de «tomo las cosas cuando me las encuentro». Así he pasado por una cierta cantidad de talleres. En cada uno descubro nuevas técnicas, nuevos maestros… Pero lo mejor del clown siempre es la gente; y eso tiene todo que ver con los principios básicos de esta «indisciplina» 🙂

Cuando empecé a entrenar, descubrí que es al mismo tiempo simple y dificilísimo, por estas razones básicas:

  1. Necesitas amar el error. Deveras. No sólo se trata de reconocer cuando lo haces mal, sino de amar los errores, mostrar los fracasos y entregarte a esa sensación de «ya-la-re-gué». Y aprender a darte cuenta de que no es el fin del mundo.
  2. Mi clown es mi yo más vulnerable. En serio. Eso se los dirá cualquiera que haga clown «de a devis». Es una parte increíble del juego, decidir que voy a mostrar mi placer, mi locura, mi torpeza, mi amor… Es lo máximo… y es complicado, porque depende de aprender a confiar en los demás. Delicioso cuando lo logras, y crea a los mejores compañeros del mundo.
  3. Necesitas hacerte más caso. Y con eso no me refiero a la vocecita esa que me insiste en que lo hago todo mal, o que no debería. Esa vocecita no soy yo, y lo estoy aprendiendo todavía, me cuesta trabajo desprogramarme tantos años de «buena estudiante» «hija mayor y «buen ejemplo».
  4. Para el clown, el escenario es un hogar, el público la razón de ser, sus compañeros en escena sus mejores amigos… Y eso hace que necesite recordarme que los otros ahí están, para mí, tanto como yo estoy para ellos. He tenido que romper mis hábitos viejos de creer que las respuestas están en mí, para darme cuenta de que están en los demás y por todas partes.
  5. El placer está bien, y está en todo. Hay una trampa por ahí, que me decía que el placer es malo, o es complicado, o es caro, o es para después. Ya descubrí que no. Todavía necesito practicar más con el placer de estar, de jugar mis emociones «negativas», de disfrutar estar al mando. Sé que con el tiempo llegará.

Llegar al clown ha sido un cambio radical. A estas alturas de mi vida no sé si daré espectáculos, si me fugaré con un circo, si será mi hobby eterno, si encontraré el modo de compartirlo con otros… Lo que sí sé es que me ha regalado amigos increíbles, y me ha descubierto una puerta a un tipo de paz mental, felicidad y equilibrio que no conocía. Seguiré explorando. Les cuento.

Velocidad de lectura…

De metiche en el Facebook de un amigo, me encontré un test en inglés de velocidad de lectura. Pura curiosidad malsana: lo hice. El resultado fue más o menos así:

ereader test
Source: Staples eReader Department

Si no sale: 101% más rápido que el promedio norteamericano. En un idioma que no es el mío. 503 palabras por minuto. Uf. De ahí que sea «una malabestia leyendo», como me dijeron alguna vez.

De falsos «Gandhis» y milagros en acción.

Siempre creí que esa frase de «sé el cambio que quieres ver en el mundo» no la podía haber dicho Gandhi. Sin embargo, es bien inspiradora… Y si ya decidí que mi motor es hacer cosas que me emocionen, con gente con la que me emocione trabajar… Lo que sigue es dejar que los milagros fluyan, que la vida empiece a trabajar en favor de lo que sé que deseo, quiero y puedo hacer.

El punto, por supuesto, es dejar de aferrarme a personas, a proyectos, a cosas que no están avanzando. No puedo forzar a nadie a seguir un camino que no es el suyo, ni puedo renunciar a mi ruta por otras personas. Así pues, empecemos a ver por mí, a trabajar para alcanzar mi sueño… No perder el impulso, mantener el enfoque, disfrutar la ruta. Se puede, seguro que se puede.